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18 janeiro, 2007

La puta vida, me ha hecho un regalo

Ya me iba, pero antes, como siempre, voy a ver el correo para poder mentalizarme que de dos una: o doy los 200 e-mails de trabajo como leídos – que al final las volveré locas; porque un día que me lo escriban y el otro que me llamen avisando y el tercero, que las dos cosas - y punto, o ponerme a leerlos - como si no tuviese yo nada más que hacer - y me lo encuentro. El asunto: Enhorabuena.
Tengo claro que la estoy engañando, a ella y a mi, que no tendré vacaciones hasta final de Febrero, a no ser que me manden a la calle – que tampoco tardará mucho – porque la ley de Murphy (léase, mi incompetencia, falta de capacidad, mala suerte o la madre que me parió) ha decidido querer santificarse y me ha escogido para realizar su milagro. Pero al final, habrá remedio, que no solución.
Todo se mueve menos yo, que tampoco me importa mucho no moverme, porque no quiero hacerlo, que estoy bien aquí. Pero me fastidia que el resto no pare, porque no me deja estar quieta. Que al final me muevo, pero porque me están empujando y no puedo pararlos, ni debo, ni quiero, pero que no me empujen.
No puede venir, y me jode, primero porque quería ir con ella, y segundo y tercero también y después porque ella quería venir. Le cayeron las lágrimas al oírla. Cuando me lo contó recordé: la dejó con 3 años, era la pequeña y por eso la preferida, la que havia que querer más, la que tenia edad para ser mimada. La recogió en casa con 18, con su rebeldía, su inconformismo y la tontería propia de la edad. La escuchó siempre que ella quiso hablar, la aconsejó con prudencia. A los 32 la consoló, a su niña, y le dijo medias verdades, las otras se las guardó porque hacían daño. La ayudó con 36, haciendo los cafés, limpiando las mesas y cortando el pan del bocadillo en línea recta. Y ahora, ahora quería estar con ella, darle un beso interminable y un abrazo apretado, disfrutar de su sonrisa, cogerle el fruto en sus brazos y enseñarla a cambiar el pañal.

La puta vida me ha hecho un regalo. Me ha llegado un e-mail avisando que este fin de semana, puedo volar a un destino europeo, apenas pagando tasas, impuestos y cargos de gestión, con un acompañante. Y no quería ir con nadie, quería ir con ella, a casa, a que conociese a su sobrina, a que abrazase su hermana, a que llorase de alegria y me recordase el anuncio de cava. La puta vida me ha hecho un regalo, que está medio envenenado.