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06 janeiro, 2007

La nieve

Hacia mucho frio y parecíamos auténticos muñecos de nieve; entre guantes, bufanda, gorro y el anorak impermeable. Bajamos la calle Pare Llaraudor con cuidado, pero no el suficiente para evitar un “culetazo”, porque la nieve, blanco y fria, resbala. Como todos los años el brillo se había instalado en nuestras pupilas, y más estando en su compañía, caminaba como si fuese la persona más importante, feliz y orgullosa del mundo. Nos situamos en la Ramblas, como siempre – creo recordar – rodeados de otros niños y padres, que también se preparaban para recibirlos y recoger los caramelos multicolores que repartían. No me gustan los empujones, ni el estirar de brazos, ni los gritos pidiendo: “tira para aquí”; pero me encanta ir a ver la cabalgata, saludar a los Reyes y a sus pajes, sentir la ilusión que se respira en el aire y de la cual yo también soy dueña. No recuerdo nunca haber creído en su existencia, a pesar de aún hoy no dudar de ella. Cuando acaba el desfile, se substituye la tristeza por la emoción y el ansia de abrir los regalos la mañana siguiente, de encontrar lo que se quería, lo que se escribió pidiendo.

Todo era mágico y perfecto. Los Reyes llegaban, el suelo estaba cubierto de nieve y mamá había venido, nada más importaba; ni los caramelos, ni los regalos, ni el frío.

2 Comments:

Blogger Cravo a Canela retalha...

Maldita República! Un verdadero "culetazo"!!!

08 janeiro, 2007 14:08  
Blogger Uma vida qualquer retalha...

Hoje estamos especialmente atléticos, está visto, Sr. Charraz!

09 janeiro, 2007 00:01  

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